Depresión en el anciano.
La depresión es considerada un problema de salud pública. Ésta es más frecuente entre la población mayor de 70 años.
Se estima que el grupo mayor de 60 años se duplicará entre 2015-2020, pasando hasta 22% de la población mundial. Más de un 20% de éstos, cursarán con un trastorno mental, y éste llevará a discapacidad en un 6%.
La cifra de adultos mayores con un problema de Ansiedad-Depresión se estima de 3.8% y el abuso de sustancias psicotrópicas (principalmente benzodiacepinas, ie: medicinas para dormir) de cerca de 1%.
La relavancia de este problema, además de la discapacidad que conlleva, radica en la influencia que tiene la salud mental en la salud del cuerpo y, a la inversa. Como ejemplo de ello, existe evidencia de mayor frecuencia de patologías cardíacas en aquellos con depresión. Además es común que los síntomas de depresión se pasen por alto y no se traten por confundirse con otros problemas del adulto mayor.
El reconocer y tratar oprotunamente estos trastornos tiene una importancia decisiva. Entre los síntomas más frecuentes tenemos ánimo bajo, pérdida de interés y de la capacidad de disfrutar, y reducción de la energía que produce una disminución de la actividad, todo ello durante un mínimo de dos semanas. Otros, cursan con ansiedad, alteraciones del sueño y del apetito, sentimientos de culpa y baja autoestima, dificultades de concentración e incluso síntomas sin explicación médica.
Para el tratamiento de estos trastornos contamos con fármacos y psicoterapias varias. De éstos, los antidepresivos son los más comúnmente prescritos, mismos que hay que elegir con cautela de acuerdo a la gravedad del cuadro, enfermedades concurrentes, historial mental del paciente y síntomas acompañantes.
Se recomienda que ante algunos de los síntomas de depresión acuda con su médico para valoración.
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